Sólo fui por unos tragos. Y, entre malos chistes, el rumor de las voces eternamente solitarias, las formas apagadas de mis compañeros de parranda, la ansiedad de las bocas y las miradas, la negrura de las horas derramándose en las copas, miré al suelo. Los pasos cándidos se aproximaron, las zapatillas de bailarina, las zapatillas doradas de bailarina; los pies más hermosos que haya visto en mi vida, alcé la mirada y unos ojos tristes sostuvieron a mis ojos tristes. Ya la conocía de años pero jamás sospeché tanta belleza bajo los tobillos. Ebrio, me arrodillé y besé sus empeines, acaricié el paño dorado, luego me incorporé despacio y besé sus labios. Es una mujer tan ordinaria como yo puedo ser y soy un hombre ordinario.
Alguna vez escuché decir a una mujer que sería capaz de entregarse a un hombre que le permitiera besarle los pies. La imagen era tan horripilante... pero hoy lo comprendí: “a sus pies, señora”, dije, acaricie su calzado, ella me levantó con una ternura indescifrable y me besó.
Y aquí estoy, con la imagen de los pasos cortos y la piel blanquísima, del tacto de las nubes y el olor de un Jolly Rancher de sandía, tratando de entender, ese, mi primer fetiche.
4 vistazos por la ventana:
Uy!!!! qué emocionante suena tener un fetiche :D Yo los conozco de oídas... no tengo uno propio. He de confesar que los pies no me atraen para nada de fetiches ni me inspiran amor o confianza o nada... pero las manos... creo que yo me podría enamorar de unas manos con facilidad ;)
Wow... yo también me enamoraría.
mientras ese fetishe no vaya acompañado del fetishe de las cosquillas, todo está bien.
a mi me dijeron un día que tenía pies de pedro picapiedra. gustas??
conectateeeee!!!
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