febrero 12, 2008

Cosas que no se dicen

Voy dejando rastros de rencor por todas partes. Voy llenándome del odio o el hastío de los otros. Voy cuajando LA tristeza y el cinismo de todo cuanto penetro y me penetra.

Estoy cansado de escuchar las peroratas de los otros, y, el sabor amargo que la existencia va dejando en sus bocas me da asco.

¿Acaso no llega el día en el que quieres abofetear la limpita faz de algún hijo de puta por el sólo hecho de reírse?

¿Acaso no te ha cruzado por la cabeza la imagen placentera y divina de una violación masiva a aquella mujer que en todo va orinando su desprecio o el afán de muerte de su feminidad sublime? (yo mismo me reprocho esta imagen y a más de dos mujeres les he deseado tan digna afrenta)

Adoro el cuchillo sobre la garganta de los justos, esos que van protegidos bajo la sombra de las causas política o socialmente correctas.

A la mierda los ecologistas y las feministas y los imbéciles noenazis, a la mierda los narcos y el Papa y los pendejos que piensan en la salvación de la humanidad de cualquier forma o modo posible.

Todo el tiempo debes ser cortés y simpático y afable, ser asertivo y emocionalmente maduro, limpio y agradable, gracioso, buen amigo, colega, compañero, amante, esposo, novio, hombre o humano.

No dices que quieres meterle por la garganta un lápiz al idiota que va presumiendo su fortuna.

Que quieres darle una patada en el culo al queridito personaje que escupe frente a ti en la calle.

Que no aguantas las quejas de aquella señora jodida y pusilánime que no deja de parlotear que todo está más caro en el mercado y que tienes ganas de decirle que se de un tiro.

Que quieres taparle la boca hasta que reviente a esa que no puede dejar de martillarte la cabeza con sus eternos soliloquios sobre lo mierda que son los hombres con ella

¡Mujer, agarra unas tijeras de podar y castra a todos los PUTOS hombres, comienza conmigo y luego deja de estar chingando!

Que hay un placer supuestamente vergonzante en mirar las desgracias de otros y saber que no son las tuyas.

Querer empalar a todos los grandes machotes que vituperan a los homosexuales.

Y también a los homosexuales por ese gran orgullo que tienen por gritar a pulmón batiente lo que tendría que ser tan natural.

Querer meter a todos los idiotas a los que les gusta el fútbol en una alcantarilla y prenderles fuego hasta que no queden ni las cenizas.

Martillar la cabeza de todos cuantos van por ahí sintiéndose satisfechos por las limosnas o el apoyo dado, de cualquier forma, a los pobres pobres, hay pobrecitos, pooobrecitos.

Querer ver a dios de frente y escupirle al rostro hasta que deje de pensar que existe.

¿No?

No dices nunca nada o lo matizas puercamente, te encubres, escapas, evades, inventas. No eres capaz de acabar con todo esto por tu propia mano, prefieres la mediocre liviandad de andar por ahí respirando el aire que no te pertenece.

Uno va por ahí con la tilde de buena persona, pero adentro hierven las kilométricas paredes del infierno de Joyce.

Y me pongo en primera fila porque yo he querido salvar esta porquería de mundo alguna vez y por él lloré y dije y desdije y me metí en mi nicho de comodidad y fui mil veces hipócrita, hipócrita, hipócrita, hipócrita, hipócrita, hipócrita, hipócrita, hipócrita, hipócrita, desprecié la fealdad, idiotez, maldad, bondad o felicidad de otros, hipócrita, hipócrita, hipócrita, hipócrita, hipócrita, hipócrita, me reí de alguna guerra y agradecí los muertos y cedí el asiento a alguna anciana a la que después quise matar para no ver lo horripilante que era. Alguna vez fui amable y solidario con alguna mujer a la que sólo quería cogerme, alguna vez peleé de muerte y maldije mi cuna y mi sangre, huí como vil mariconcete de alguna pelea o me sumergí en la duda de ayudar a alguien teniendo el modo de hacerlo, robé, burle, maldije, negué, ensalcé, ridiculicé, sufrí el ridículo, hice todo cuanto puede subir a cualquiera a la silla de los acusados, hice todo cuanto podía ser patético o despreciable y aún puse mi cara de gente buena y pacífica par que nadie lo notara. Pero nadie dice esas cosas, yo mismo no me atrevo (patético cobarde) Todo el tiempo buscar la palabra y el gesto adecuados, negar la cosa horrenda y malvada que somos en el fondo. Nadie, nadie lo dice, menos yo.

HOLA, quiero que me amen y me admiren e idolatren porque soy la mejor persona del mundo.

Yo soy una buena persona.

febrero 10, 2008

Algo pasguato (me gusta esa palabra)

Hoy, camino al trabajo, me pasé de largo cinco largas calurosas y espaciadas estaciones del metro. Salí, subí las escaleras tarareando una canción de Belanova y me dispuse, en el andén contrario, a esperar al convoy que me hiciera desandar el camino. El susodicho tardó unos quince minutos, que, en tiempos citadinos, son una eternidad, para cuando el convoy asomó su rostro cuadrado y de anteojitos ámbar, ya cantaba yo casi en voz alta una rolita de Tom Waits, lo cual se me hizo a lo sumo ridículo porque no sé ni jota de inglés, “guait, aim a for luquin yuuuu”, mascaba entre dientes tratando de emular la voz aguardentosa y áspera de don Waits, carajo, no sé que me pasa…


Creo que estoy enamorado.


Se me olvidan las palabras pretenciosas y grandilocuentes y me olvido de… ¿de qué estaba yo hablando? Ya se me olvidó.

febrero 02, 2008

El Che está muerto, déjenlo tranquilo.

¿No se cansan de manosearlo? ¿A poco creen que su supuesta admiración y duelo sirven de algo?

Mejor me callo.


Y aprovecho para manosearlo yo también.

 
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