noviembre 24, 2008

Me voy

Francamente ya no sé sobre qué escribir. Francamente estoy cansado. Francamente me tomo la molestia de despedirme no por quién me lea, que sé, son muy pocos los que lo hacen. Más bien me despido de mí mismo, me despido porque dEbO aprender a cerrar círculos. Me despido porque este pequeño rincon valió la pena. No lo borro porque seguramente me dolería mucho y porque, sé, seguramente algún día volveré a asomarme por estos vidrios sucios y resquebrajados. Adios a todos los que alguna vez me leyeron, bueno, hasta la vista.

Hasta pronto ventanita.

octubre 29, 2008

Hace años

Quiero ir a meter los pies al río que pasaba por el rancho de mi abuelo: las cosquillas de los arbustos sumergidos en los dedos, el agrio olor de los zarzales de la orilla, la tarde menguando entre dulces tonos ocres; la sensación de absoluta felicidad.

Mi abuelo murió hace años, el rancho fue vendido hace años, no sé nada del río hace años. La sensación de nada hace años.

octubre 28, 2008

Perros y perras

Fui a un taller de bicis a que le adaptaran un pequeño asiento al cuadro de mi bici para poder llevar a Mardí sentadita. El imbécil que atendía el changarro me dijo que estaba loco y se rió de mí. Suelo ser una persona muy recatada y diplomática (¡Sí claro!), pero no soporté su burla, especialmente porque mi perrita está hermosa, “lo que quiera hacer con mi pinche bicicleta es mi pedo, pendejo, ¿se lo vas a poner o no?”, le dije. El imbécil se limitó a decir “llévala a otra parte”. Y me fui a otra parte todo yo bien rudo después de recordarle a su madre (que rudo soy). En otro taller fue más o menos lo mismo y en un tercero y... en un cuarto ¿Qué carajos tiene de malo que quiera pasear a mi perra en bicicleta? Ya decepcionado y sintiéndome ridículo me encontré con un lugar de bicis que nunca había visto, le explique mi plan al chavo que atendía; él me hizo preguntas, bonachón, pero enserio, medidas, lugar, el carácter de Mardí y dijo que me haría un asientito tal y color tal y con unas abrochaduras tal para que Mardí fuera segura. Tanta belleza pensé. Entonces escuché ladrar a un perro y de la parte de atrás salió un pequeño chihuahueño con un collar rosa mexicano con pedrería de fantasía, entonces entendí el tono bonachón del tipo que me atendía, “cómo no lo deduje desde el principio, este tío es homosexual” pensé. No cabe duda: soy toda una nena. Snif.

octubre 24, 2008

Una fresa

Soñé que me encontraba una fresa enorme, jugosa, roja, bien madura, pero en verdad enorme y roja y madura, del tamaño de una casa; le di una gran mordida, era la cosa más deliciosa del mundo. Entonces aparecí en las escaleras de una casa, una niña lloraba mientras me decía, “Mordiste mi fresa”. No sé por qué, en ese momento, me embargó un enorme sentimiento de culpa. Desperté llorando, “Qué mierda fue eso, pensé, “esa cosa estaba deliciosa”, pero seguía con esa sensación de opresión en el pecho (¿algún psicólogo me sabe decir qué fue eso?

octubre 20, 2008

Un autista en el motorkr

Detesto estar donde hay muchas personas, las risas, las poses ensayadas, las miradas coquetas, el coqueteo en sí mismo. Que me toquen, nadie me toca carajo, soy medio autista, sí, y qué. El olor ajeno: esa mezcla de sudor y desodorante o perfume. Vaya, detesto a las personas. Entonces allí estaba, entre la muchedumbre. Muchas mujeres hermosas, los tíos altos y jóvenes, todos vestidos “fashion”, para la ocasión. Era el motorkr. Chela en mano, una poderosa sol de 85 varos, unas chips de 20 y mi alma encogida metida hasta el centro de mi panza, todo mundo toqueteándome por todas partes, apretado, sintiendo el asqueroso calor humano, hasta me robaron el pinche boleto (hasta ese momento no sé si había valido la pena gastar 450 varos por tanto tormento (ya acepté que soy una nena, ya salí del closet)), Entonces el Wayne salió escoltado por una bola de pinches teletubbies (pinche ridículo, sí, pinche, esa es mi palabra ruda de hoy: pincheeeee) y race for the prize me reventó los oídos... me quedé como un imbécil entre la multitud, solté las pinches chips y me tomé de un gran trago lo que quedaba de mi pinche chela, dejé que la pinche multitud me llevara hacia el frente y hacia atrás, tuve que secarle las lágrimas a mis nuevos anteojos y comencé a aspirar los perfumes ajenos como si fueran la cosa mas celestial de este sistema solar (pinches flamings, snif). Ya para cuando tocaron yoshimi battles the pink robots no tenía escapatoria, el virus de las masas se había apoderado de mí. Y cuando la súper hiper mega ultra choteada do you realize? Yo ya era una bola de nervios desgañitándome a todo pulmón, saltando y con las manos arriba. Carajo, que felicidad. Eso no sería todo, luego con los STP pensé que ya todo estaría bien y sí, esos tipos saben bien su negocio, un recorrido desde los primeros discos... de pronto alteraron a todo mundo cuando el vocalista se aventó 5 minutos de un solo que ni él entendía, para luego reventar el estadio con otra superhipermegaultrachoteada: creep. (Volví a llorar) después me fui a las gradas con mis cuates y mandé a la chingada a los pendejos de NIN.

Todo terminó con chelas más baratas en el tizoncito, juro que aún podía oler el pinche sudor y la mezcla de perfume del los pinches asquerosos zombies del concierto (aunque las chavitas estuvieran hermosas). Valió la pena. Qué felicidad.

Ya el domingo tuve que ir a un bautizo y logré escaparme para ir al reven de un amigo donde tocaban el Mastuerzo y el Ictus, y, mientras escuchaba los choros cUlTuRoZoS y supuestamente combativos de este Ictus, pensaba en la gran burbuja con la que el wayne se aventó a la multitud, me hubiese gustado estar dentro.

octubre 02, 2008

Señoras y señores ¡Hoy salgo del closet!

Pero de la cursilería. No cabe duda, debo aceptar que de tipo duro nada más tengo la cara. Lo empecé a sospechar desde que escribí esta tontería. Y yo que siempre había peleado con Patricia, la amiga de este post, (la vieja amiga) porque dice que soy el tipo más tierno del mundo (aghhh y más agghh)

Pero soy un cursi, hoy lo grito a los cuatro vientos (quién habrá inventado esa frase tan cursi y fanfarrona, “a los cuatro vientos”, ¡ay sí, cómo no! (agh y más agh) carajo). Esta canción es una genialidad “Por las tardes”. Lo cursi es lo de hoy, lo juro. (Creo que borraré toda mi colección de metal, snif)



Esta es mi favorita, “Amor cúbico”, ¡no puedo dejar de escucharte! (aunque el video es una mierda)

Y no la escuchen mucho porque me la gastan. (Es mía. MíA y sólo míaAaaAa).


Y si, después de tanta melcocha, siguen por aquí escuchen esta, que también está hermosa.

septiembre 25, 2008

En el camino (y no quiero emular en nadita de nada al Kerouac)

Me gusta la carretera de noche. Le voy dando tragos a la cerveza, el negro me deja poner a Camarón y todos van callados, cansados, dormidos, o sólo no abren los ojos, pero sé que no duermen. Lo sé porque uno me dice que ya quite al tío queparecequeleaprietanloshuevos. “Camarón”, le digo poco molesto, pero sé que le vale un carajo quién es Camarón, a mi también ya que lo pienso. “Mejor pon música mechuda, porque si no me duermo”, dice el negro y lo más rudo que traigo hoy es a los planetas. Na.
No hubo motivo ni destino.
Pongo a Son House y pienso que soy un mamón por poner a Son House a las cuatro de la mañana a punto de entrar a la ciudad. Y... atrás hacen escándalo, sale el pequeño T y me zapea, le da un disco al negro y entonces Willy Colon hace eco.
No hay motivo ni destino. No queremos llegar a ninguna parte. Otro trago ahora a una botella de tinto, malísima por cierto, de esas de 40 varos.
Hay que morir con estilo, dice el negro. A mi me da no sé qué porque al negro le da no sé qué por hacer pendejadas. Acelera y no hay nadie en el otro carril, acelera y la gitana de fondo, invade el otro carril, acelera y las líneas se cansan de ir a prisa. Yo nada más le grito, recuerdo la sensación de la última vez. Él se ríe y acelera. Yo sólo le grito, sin palabras, sin una interjección sonora que recuerde al miedo, la rabia, o ambas cosas, sólo grito y recuerdo el auto dando giros y la lentitud de la destrucción del último choque. Eso pienso ahora. Pero no hay luces que vengan a nuestro encuentro.
No hubo nada. Subir al auto y salir. Hablar y hablar naderías, otra cerveza, Sabina y José Alfredo, hablar de otras borracheras donde hablábamos de otras borracheras. El cuento de Carpentier. Los senos de una teibolera de años atrás, el mar agreste donde Dávil casi se ahoga, silencio, cerveza, curvas, la noche abierta, los árboles temerarios, casi como fantasmas que se apostan junto a la carretera, esperando una señal que no llega para echarse al camino ellos también. Todos se callan, entra Camarón. Y la gitana gitana, tus ojos, tu cara. Y me revienta que el negro sea como es aunque no sepa cómo es. La velocidad no cesa. Petrificado, los muslos pegados como palancas al asiento.
Al llegar a la puerta de mi casa se detiene. Una cortina hace que la luz del piso superior se mueva, Galil ladra. Vomito. Todos ríen.
Quiero ser o estar consciente de todos los momentos de mi vida, hasta de, aquel, el de mi muerte. Pero sólo soy un cobarde que vomita y sabina habla de la calle melancolía y casi puedo ver, por un fragmento de segundo, la mirada del negro, seca o triste qué se yo, perdida en recuerdos que desconozco o que sé y no quiero saber ahora. Las llantas rechinan cuando yo me pierdo en la oscuridad del portón de mi casa.

 
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