agosto 28, 2008

Ruidos nocturnos

Son las seis y truenan cohetes en la plaza. La guitarra me gruñe las notas que le arranco somnoliento. Me cuesta un rumor de hojas secas en el estómago pensar en el paraíso. Dejo la guitarra. Siento que el dedo gordo del pie izquierdo me rechina. Me gustaría que mi dedo rechinara en el paraíso. Mardí mueve las orejitas dormida. Pero sólo estoy semidormido. Me gustaría dormir y soñar que mi dedo gordo rechina en el paraíso. Pero sólo pasa que no hilo ni una condenada idea con mi corazón. ¿Mi corazón también rechina? Mardí ronca. ¿O los árboles muertos se extienden hasta mi pecho?

Voy a salir en la bici. Bajo sutil de la cama y Mardí se despierta.

Adiós ventanita mía.

agosto 27, 2008

Gato roñoso

Yo quería dormir mucho pero tenía que ir a ver a Dávil actuar. Esa noche soñé que Will, el de Pullman, me enterraba la daga y me enviaba al mundo de los muertos (eso pasa cuando lees literatura barata de esa con la que te la pasas llorando y que no la puedes soltar), todo porque me enamoraba de Lyra.

La nave de los locos me dejó raro. Fuimos a comer cortes argentinos y a chelear. Ahí estaban los actores de la nave, cómo siempre no sabía que decir, cómo siempre los tipos hacían comentarios ingeniosos sobre la obra y sobre sus cosas y yo no sabía que comentar (usualmente se me ocurren cosas sarcásticas o fuera de tono y por eso mejor me quedo callado), cómo siempre las chicas me pusieron nervioso (no entiendo porque hablan tanto y se mueven tanto y se te acercan tanto), menos una: una Sofía, delgadita, con el mentón salido y una vocecita de niña chípil bien tierna, bien bonita.

Camino a lo de Eduardo II íbamos fumándonos un churrito sobre insurgentes con el señor Waits de fondo. Me sorprendió que a Sofía le gustara don Waits (cómo si yo fuera el único que lo conociera). Traté de hacerle charla pero ella iba manejando y echándole miradas pizpiretas a Dávil (adoro la palabra pizpireta). Salió la idea de un vodkita y entrar perdidos al teatro, pero nadie nos secundó. En la entrada había pura gente del medio, todos lindos, vestidos al modo de los teatreros, platicadores, con poses y sonrisas bien ensayadas, carajo, me sentía fuera de lugar.

A la salida había bocadillos y vino. Los actores de Eduardo se hicieron esperar. La gente es rara (más bien muy normal). Destrozaron la obra pero apenas vieron a los actores les aplaudieron y comenzaron un estrepitoso desfile de felicitaciones. Había un ruquito gay atosigando a Dávil; el actor principal se la pasaba repartiendo vino de la botella que traía en la mano, haciendo interjecciones escandalosas y pronunciando un largo graaaacias, con reverencia y todo, a cuanto hipócrita criticador de la obra se le acercaba a decirle que lo había hecho estremecer hasta el llanto. BLA. La verdad yo también felicité a un par, qué le hago al cuento. Sofía apenas cruzó palabra conmigo y terminé charlando con una niña que decía, en tonito condechi, que prefería leer ética para Amador que irse a perisur a comprar ropa, la piel se me puso chinita y me quedé callado, en eso llegó uno de los actores, de los que se había encuerado, con una chica bellísima que no conocía y que no lo soltaba. “¡Y es Aries, es Aries!”, le gritaba a la de perisur. Yo no sé que tendría que ver el signo con haberle visto el pene en la obra, pero seguramente ella quedó impresionada con el halo espiritual de sus capacidades histriónicas. Yo también soy Aries, carajo, pura envidia, me siento como un gato roñoso viendo el festín desde la ventana.

Luego se organizaron las reuniones y todo mundo se fue por su lado. Dávil debía actuar temprano y yo tenía una boda (a la cual ya no llegué) así que nos despedimos.

Pensaba en este asunto de las puñaladas. Qué sencillo sería todo si nos dejáramos de imbecilidades y fuéramos honestos de vez en cuando (me mordí la lengua casi literalmente) Quiero ir de nuevo, pero al final de la temporada, cuando ya casi nadie va, cuando todo sale a pedir de boca y la obra, a veces, está a un paso de la perfección.

agosto 26, 2008

La nave de los locos

Antes de Eduardo II fui a ver a los locos en su nave, que nada tienen que ver con Das Narrenschiff de Brant o El Bosco, por cierto. Recuerdo los diálogos de los locos, de algún modo, infantiles, chispeantes, casi puedes sentir como la energía de los personajes te pellizca las entrañas.

Recuerdo la fastuosidad en el gesto de Eduardo II antes de la batalla contra los pares en el Alarcón de la UNAM luego de ser el viejo tablón de un barco de locos.

Qué fortuna ver lo que la creatividad y el trabajo colectivo pueden hacer frente al teatro de “elite” en este país. Y qué rabia saber que los laureles no son de los hermosos sino sencillamente de los victoriosos.

He de ser honesto, el argumento de la nave de los locos es genial, sin embargo la estructura se disloca y empantana escenas que podrían resultar más hermosas por su verborrea y barroquismo de simbolismos y significaciones, incluso la transición entre escenas es forzada o de plano inexistente. Seguramente el director tiene algo que ver en eso, los directores generalmente tienen la culpa de todo.

En algún momento los personajes rompen la cuarta pared y crean satisfactoriamente la ilusión de una nave que va a las entrañas del infierno, se valen de artilugios sencillos para hacer parte del espectáculo, con verosimilitud, al espectador. Tiene sus detalles, pues, sin embargo es un trabajo que bien vale la pena ver.

Viernes, sábados y domingos. 12:00 hrs. (hasta el 13 de septiembre)
Foro "Contigo América" Arizona 156. col. Nápoles.



agosto 25, 2008

Eduardo II

Fui a lo de Eduardo II en el Juan Ruiz de Alarcón. Generalmente los estrenos me ponen nervioso. Los actores no encuentran el tono del personaje y parece nomás como que le recitan, se les van los diálogos, no encuentran el foco correcto y el uso de los espacios llega a ser chocante o forzado. Así pasó con Eduardo II. No soy un puritano pero quería ver en que resultaba este asunto del Marlowe. Curioso que los momentos de mayor tensión dramática estuvieran plagados de ironía o exageración. Entendí pues (no soy tan tarugo) que la obra debiera ser “atrevida” porque uno de los subtemas era la homosexualidad (aunque no le veo nada de atrevido a ser homosexual, quién sabe que tendrá en su cabecita el director Acosta), pero que los tíos se desnudaran a la menor provocación y anduvieran por ahí sin más (creo que sí soy un puritano) cuando la obra no lo necesitaba en realidad. Seguramente si hubieran sido 18 mujeres desnudas y no hombres no diría eso. Chicas, sólo por eso vale la pena ir. Al final la estética minimalista (pero que aún con todo parecía costosa para el teatro estudiantil que acostumbro ver) la apuesta más al encanto de renovar lo apolillado y la mezcla de penes, con sarcasmos a la hora de la muerte o de sobreactuación en los momentos de expectativa o tristeza me dejaron adormilado al final. Pero siempre lo he dicho, soy muy mal espectador. Pero entre dos o tres que se levantaban para ovacionar y las odiosas y excesivas oleadas de aplausos escuché algunos bbbuuuuu y eso me alegró. Soy un envidioso.

(La foto me la robé de la jornada)

agosto 19, 2008

Santiago

Mi padre era un buen futbolista (eso dice él (y sus cuates que me cuentan que estuvo a punto de entrar en primera división con el Necaxa, pero un soplo en el corazón se lo impidió) bueno... para mi vale), Mi madre se subía hasta las copas de los árboles, árboles de diez metros de altura. Había un río (siempre hay un río en las historias de todos los papás o abuelos) donde iban a nadar o a pescar. Mi abuelo rompía las nubes de tormenta con un cuchillo y mi abuela tenía una amiga que tenía una comadre que tenia una hija que tenia una amiga que juraba que su madre tenía una hermana que era bruja y se quitaba los pies, en las noches, para volar hecha una bola de fuego por todo el pueblo (porque entonces mi pueblo sí era un pueblo). Las laderas del volcán estaban repletas de animales y árboles, los campos rebosaban de amaranto y maíz, el charro negro espantaba a mi abuelo sobre su caballo (obviamente negro). Mi abuela dice que ayudó a parir a Cuco Sánchez (¿quién se acuerda de ese tío y su cama de piedra y su cabecera también de piedra?). En la plaza hay un busto de un tal Quirino Mendoza que dice haber hecho la canción de Cielito lindo (luego me enteré que en la guerra de los Balcanes uno de los bandos entonaba esa canción como un ave de guerra y que en España hay una versión muymuy vieja). En fin que en mi pueblo viven los campeones mundiales de frontón, y su súper equipo los Dragones de Tu...o hicieron gira por China en los setenta de tan buenos que eran, cosa que vanagloria a los cincuentones. Hace tiempo se murió uno de esos míticos jugadores y el sepelio se llevó acabo en la cancha de fútbol del pueblo con cohetes, banda y porras. (Bla). En el centro hay casas que aún ostentan (incluso la iglesia) cuarteadas o golpes de bala de batallas entre carrancistas y zapatistas (es más, tengo amigos y hasta algún pariente que dice tener ancestros que fueron coroneles o generales de zapata (¿habrá tenido tantos?), de hecho se dice que mi abuelo era hijo bastardo de aquel psicópata Benjamín Argumedo, general de Villa (más Bla)...) Una vez entré a la casa del abuelo (que era historiador) de un amigo y estaba repleta de figurillas y vasijas, de esas que parecen de los puestos de afueritas del templo mayor, quesque eran de los Momoxcas, unos tíos que habitaban aquí y que fueron exterminados por los Mexicas porque no se dejaban someter. Luego llegaron los españoles y al grito de santiago se hicieron de este paraje, de alguien escuché que los españoles bautizaban como Santiago a todos los poblados que les costaba conquistar (pero hay muchos lugares santiagos por aquí y eso también me suena Bla)

Ahora no hay árboles de diez metros y mi padre hace tiempo dejó de jugar con los veteranos. El mentado río está entubado en pozos que abastecen de agua todo el sur de la ciudad, ya no hay animales ni maíz y casi todo el amaranto viene de Morelos. El campeón de frontón tiene más de cuarenta años y una divina panza de buda pulquero, los dragones ya no existen, el cielito lindo se canta por todas partes y aquí hacen coraje porque nadie dice que es de su súper nunca laureado y gran compositor Quirino. Yo me emociono porque me puse una farra con uno de los músicos de Silvio Rodríguez en una reunión de la tropa cósmica (pero la verdad es que nada más estaba ahí y ni crucé palabra con él y además nada tiene que ver con mi pueblo). Me gusta caminar por las calles de mi pueblo y que gente que no conozco me salude y luego me entere que son de mi familia, las tardes desde el volcán comiendo xoconoxtles robados viendo los lagos del sur y los edificios lejanos, cubiertos de una nata gris, del centro, que los abuelitos se sienten en sus zaguanes y se saluden con ese tonito tan típico de por aquí y critiquen a los más jovencitos: “Eh hijitio a dónde vas con esas naguas, mmm, pinchis pilcates... sin en mis tiempos, ah, que la re gran parió” (Bla) y se rían de los pseudo emos que rondan por ahí. Yo no tengo glorias que presumir (una vez me gane una medalla de bronce en un torneo de Tae Kwon Do regional ¿eso cuenta?)Y la verdad es que no me importa mucho. Me pregunto si algún día yo seré un abuelito y les contaré todas esas cosas a los chicos que quieren irse a jugar fútbol a los campos de olivo que hay junto al cementerio y que, dicen, sembraron los españoles hace 300 años los primeros (vaya) de América.

agosto 17, 2008

Tal vez

Soy un hombre, sé decirlo, soy de carne y sé odiar, aplástenme la memoria y moriré.

Tenía 18 años cuando escribí eso.

Yuni apareció dando pasos de gaviota sobre el piso, sin mucha gracia, los tacones tan ajenos a su modo de andar. El vestido negro, entallado, las piernas delgadas y hermosas. Somos como flores, somos unos niños, y si alguien nos corta nos volvemos adultos. Un día me dijo. Han pasado muchos años desde eso. Ahora es una mujer y camina como una mujer y su cuerpo es el de una mujer. Le recuerdo cantándome esa canción de Vaselina de Olivia, mirándome, tomándome del rostro, tenía 16 años, haciendo pasos de niña seductora y mala. Ya ni siquiera lo recuerda.

Tomamos una y otra cerveza. Todos la miran. Me gusta que todos la miren y que venga conmigo, que le griten guarradas pero que ella me tome del brazo y sólo sea yo quien esté a su lado. Le digo que quisiera amar a alguien como la amé a ella. El desencanto, sólo el desencanto. No podemos, dice. No somos los mismos, dice. Y es verdad. Tal vez ya no sea posible.

Y, ante la imposibilidad, ante el desencanto, me gusta mirarte de vez en cuando, Yuni, y saber que un día fui capaz de matar o morir por ti y por nadie más. Ya no. Tal vez, nunca se sabe. Pero...

agosto 14, 2008

A una nariz

Siempre estoy al filo, a un paso, a una maldita nariz de llegar a alguna parte, lo interesante es que no sé a dónde. Supongo que a todo el mundo le pasa lo mismo todo el tiempo. Esa sensación con la que uno se levanta y cree que ese día es el día de días. Luego resulta que alguien se comió el pescado que guardaste para el desayuno, que hace un calor endemoniado y que a la bici se le revienta la cadena justo a la mitad del trayecto y que comienza a llover, o que la hermosa y genial mujer con la que te quieres ir a tomar un café o a dar una vuelta por ahí se agripó. Bla.

¿O será que traigo eso de las olimpiadas muy a flor de piel y le quiero ver la medida y el tiempo a todo?

Por lo menos dejé en paz a la de M e I, dejé un poco la actitud de “¡Sí venga mundo ¿es lo mejor que tienes?!” O “¡Fuerte, cabrón destino, ¿ese es tu mejor golpe?!”

Estos días he releído la mayor parte de mis post y llego a la conclusión de que soy un pinche azotado cursi y llorón. La verdad espero, también, que nunca se me quite.

Platicaba con una viejaymuymásquerida amiga sobre esta ansiedad que me provoca el blog porque ya no se que jotas escribir. Espero que sea temporal, porque la verdad, aunque nadie me lea (luego, luego el chantaje emocional), estoy encariñado con mi pequeña ventanita. Luego le pregunté sobre qué escribir o no escribir y me dijo que dejara mis malos hábitos. A qué te refieres, pregunté. Pues sí, comenta (casi como regañándome), ese post de cosas que no se dicen, no lo digas. Me dejó rumiando un buen rato, a mí también me crispa haber dicho tanta tarugada, pero es verdad que alguna vez lo pensé y pos a lo dicho pecho, ni hablar (todavía pienso así de vez en cuando)

A eso viene lo de estar a un paso de llegar a cualquier lado. Quiero dejar el blog, quiero subir el volcán pero se me revienta la cadena, quiero tener una buena vida pero en los últimos veinte metros me reviento y alguien o algo más me gana.

Tendré que seguir entrenando.

agosto 06, 2008

¿Quién eres?

Tu nombre tenía una M y una I (Tantos nombres con una M y una I). Tus ojos de muñequita de manga me miraban mientras el tiempo se echaba atrás en tu imagen, pasaste de ser la mujer del semblante dolido y rejuveneciste hasta el gesto de lolita arrogante, con el lunar en el mentón, el cabello brillante bajando los hombros, el rostro que me daba la espalda para mirar por el ventanal hacia el puente, la falda plisada, las botitas y los calentadores de colores estridentes, las piernas hermosas, las ante rodillas más adorables del universo, la luz metiéndose hasta las fibras mas endurecidas de mi pecho, oscureciéndolo todo, reduciéndome a la infanta virtud de la fragilidad (OdIo lA fRaGiLiDaD). Luego el llanto imparable. Despierto, tengo el rostro húmedo de tanto llorar.

¿Quién eres?

Salgo a la calle y tus pasos de ser alguien me llaman, avanzo, tropiezo con un viejo, te alcanzo, te miro, te asusta mi premura, pero no eres tú, sólo es tu cabello. Subo al metro y estás sentada y tu rostro se mueve sujeto al vaivén del vagón. Ando despacio, quiero que seas, despacio, la luz después del túnel trasluce un mechón que cae por tu mejilla, despacio, quiero que seas tú, alguien cruza y me oculta tu silueta, desespero, se desocupa el lugar junto a ti, me siento, despacio, no quiero voltear, quiero que seas tú, tiemblo y las lágrimas casi me traicionan, giro, despacio, entramos al túnel, giro, despacio, el sonido estridente del vagón, giro, tu silueta, miro, despacio, las líneas, el mechón, miro, despacio... y no eres tú.

¿Quién eres?

Tengo esta inmensa sensación de soledad, y pensaba que era cósmica (patética presunción), pero es de ti (soy un cursi de mierda). En el sueño nos abrazamos, te aprieto y, en el acto, mi pecho es un aluvión de planetas que se colapsan para dar paso al paraíso, pero el paraíso sólo es una pompa de jabón, que al reventarse crea el más poderoso y desolador hoyo negro de todo el universo en mi pecho. Me dueles. Lloramos como niños ante la muerte, lloramos porque jamás nos volveremos a ver, pero no te conozco, lloramos por la intemporalidad que aprendí hoy y tú te marchas para siempre sin haber llegado.

¿Quién eres?

Estoy frente al templo, son las siete de la mañana, entro, me arrodillo. La cabeza me da vueltas, la frente me duele, traigo el último trago en la bolsa de la chamarra militar; una vieja se acerca y me ofrece su Biblia, quiero llorar y soporto el golpe en la garganta y no me dejo, porque no lo merezco. Me río de los cantos, me miran. Quiero dormir para volver a verte. La noche fue un trajín de rostros y malas palabras, tontas canciones de amor a tu nombre desconocido de M e I. A la salida el pastor me saluda y me da la bienvenida. Tengo vergüenza, no lo miro al rostro. Quiero que seas Dios omnipresente y me mires, pero tengo vergüenza. Salgo a la plaza y me voy al volcán apagado, te sigo y tú siempre tras de mi. Te sigo sin alcanzarte y tú siempre, siempre, siempre tras de mí. Y quiero alcanzarte.

¿Quién eres?

 
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