octubre 20, 2008

Un autista en el motorkr

Detesto estar donde hay muchas personas, las risas, las poses ensayadas, las miradas coquetas, el coqueteo en sí mismo. Que me toquen, nadie me toca carajo, soy medio autista, sí, y qué. El olor ajeno: esa mezcla de sudor y desodorante o perfume. Vaya, detesto a las personas. Entonces allí estaba, entre la muchedumbre. Muchas mujeres hermosas, los tíos altos y jóvenes, todos vestidos “fashion”, para la ocasión. Era el motorkr. Chela en mano, una poderosa sol de 85 varos, unas chips de 20 y mi alma encogida metida hasta el centro de mi panza, todo mundo toqueteándome por todas partes, apretado, sintiendo el asqueroso calor humano, hasta me robaron el pinche boleto (hasta ese momento no sé si había valido la pena gastar 450 varos por tanto tormento (ya acepté que soy una nena, ya salí del closet)), Entonces el Wayne salió escoltado por una bola de pinches teletubbies (pinche ridículo, sí, pinche, esa es mi palabra ruda de hoy: pincheeeee) y race for the prize me reventó los oídos... me quedé como un imbécil entre la multitud, solté las pinches chips y me tomé de un gran trago lo que quedaba de mi pinche chela, dejé que la pinche multitud me llevara hacia el frente y hacia atrás, tuve que secarle las lágrimas a mis nuevos anteojos y comencé a aspirar los perfumes ajenos como si fueran la cosa mas celestial de este sistema solar (pinches flamings, snif). Ya para cuando tocaron yoshimi battles the pink robots no tenía escapatoria, el virus de las masas se había apoderado de mí. Y cuando la súper hiper mega ultra choteada do you realize? Yo ya era una bola de nervios desgañitándome a todo pulmón, saltando y con las manos arriba. Carajo, que felicidad. Eso no sería todo, luego con los STP pensé que ya todo estaría bien y sí, esos tipos saben bien su negocio, un recorrido desde los primeros discos... de pronto alteraron a todo mundo cuando el vocalista se aventó 5 minutos de un solo que ni él entendía, para luego reventar el estadio con otra superhipermegaultrachoteada: creep. (Volví a llorar) después me fui a las gradas con mis cuates y mandé a la chingada a los pendejos de NIN.

Todo terminó con chelas más baratas en el tizoncito, juro que aún podía oler el pinche sudor y la mezcla de perfume del los pinches asquerosos zombies del concierto (aunque las chavitas estuvieran hermosas). Valió la pena. Qué felicidad.

Ya el domingo tuve que ir a un bautizo y logré escaparme para ir al reven de un amigo donde tocaban el Mastuerzo y el Ictus, y, mientras escuchaba los choros cUlTuRoZoS y supuestamente combativos de este Ictus, pensaba en la gran burbuja con la que el wayne se aventó a la multitud, me hubiese gustado estar dentro.

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