agosto 03, 2007

Nada más, como para no enfriar la mano.

Nada más, como para no enfriar la mano, me acuerdo del convite del martes. Yo bien ebrio besándome con una amiga de años y ella échame y échame para atrás, y yo, “diantre shic,ka, tú, que shomosh amigosh, shiempre vamosh a sher… amigosh”, un besito y otro besito. Y una charanda que sabía a llanta de avión después de dos gloriosas botellas de Jack Daniel’s, pero me la tomé. Y qué bien se puso el asunto con una bachita y luego luego con el cruce pues que me duermo. Así. Soñé que mi brazo izquierdo no quería hablarle a mi brazo derecho y yo ponía paz con un asunto medio salomónico de: o se quieren o las corto. Estúpido. Desperté sobre una colchoneta de aire desinflada y con el mantel de una mesa por cobija, con los ojos como dos semáforos fundidos; reseco y solo, no supe ni a qué hora fue la despedida. La cabeza me daba vueltas, con ganas de darle topes a los postes de luz, y me acordé de la charandita de llanta de avión. Bajaba el cerro y los edificios del centro eran lindos mosaiquitos grises bien lejos, lejos, allá abajo, el viento fresco, las señoras a la leche, los perros olisqueándose el culo en las esquinas.

Ya otro día le pregunté a un tipo que si no había hecho desmanes. “Fuiste el borracho más simpático y decente que haya visto en mi vida”. Puta, pensé, sí, bueno ¿soy simpático? cínico sí, impertinente sí, medio pendejo sí, a veces… ¿Simpático? Pinches lagunas mentales. Pero bueno, ahora que me rasco el ombligo y más o menos recuerdo lo que hice esa noche… pues. Llegó un tipo quesque con credenciales de maestría en Londres y yo eructándole mis tacos de suadero en la cara y risa que risa con su amiguita, ella se aguantaba las ganas de mandarme al diablo; lo hubiera hecho, pero el chico Londres ni se daba cuenta o a lo mejor no era su amiga. Luego me puse a bailar esa de “y yo que te deseo a morir” dándole de arrumacos a la amiga vieja y ella, pues nada, aguantándose. Ayer que la vi se encargó de hacerme burla dos horas seguidas, recordándome todo lo simpático y decente que fui, nada más para cobrarme la pena que le dio que anduviera de borracho con ella, eso pienso. Una escultora de esas que no se cansan de hablar de Durero y yo no sé quién chingados es ese compadre y ni me importa, aquel intelectual que me decía que el problema del arte dramático lo había resuelto Stanislavski, “camarada, yo no me meto con rojillos” y que me voy, pero me para “¿qué stanislavskiry no era rojillo? Pues por mi aunque fuera del yunque”, me fui. Al rato llega el john con una chica bien bonita, “que este es el tío del que te platiqué”, le dice y me señala, pues eso no me late, que le anden diciendo cosas a las gentes sobre uno, que ni la debe ni la teme y luego quieran que les recites versitos como si uno fuera gritón de parada, pos… la verdad no más le eché una leve mirada al escote, como que me persigné y me fui por otra charanda.

Pues que la fiesta estaba llena de teatreros, bien modosos y grandilocuentes estilo condechi, eso digo yo, que siendo pueblerino, escucho un goooei y me espanto de tanto, cómo se dice, tanto buen estilo postmoderno bien finolis. Pero por qué le hago al cuento, yo soy igual de pendejo a la hora de hablar. A todos nos gusta que nos vean y que nos escuchen, aunque sólo sean estupideces en un blog. Pero no sólo era el consabido Goei, también esas poses femeninas de meter el pie derecho del lado izquierdo como para no dejarse ver la vagina, como bailarina de valet, y pararse con el hombro de ladito, la mirada entrecerrada que dice “soy bien inteligente y buena onda, soy única”, las manos cruzadas y los dedos hacia arriba bien nice. Pero los teatreros se las gastan para eso. Aquellos tíos con los hombros grandotes y que pueden hacer un salto mortal en diez centímetros con todo y chela. La neta que envidia, sí, la neta. Todos risa que risa, bailoteando, desatados, con charlas bien ingeniosas. Y la verdad es que son muy buen pedo, a pesar de eso y todo, o a lo mejor nada más lo digo por que son la bandita de mi carnal de años. Pero seguro yo ando por ahí con geta de maleante o de guarro pero a la hora de enseñar el cobre soy una nena. Así es esto, todos vemos las pajas ajenas, y es que nos encanta el chisme.

Pues así y con todo y la cruda moral que ya dura una semana, pues como que ya necesito otra. A ver, a ver. Ya es viernes. A ver, a ver.

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