octubre 09, 2007

Estoy mintiendo

Estoy mintiendo. Quería ver las líneas de tu mano. Apenas rocé tu brazo y temblaste. Temblaste y no supe que hacer.

-No tengas miedo -dije.

-No tengo miedo -susurraste.

Pero recuerdo ese temblor porque tú te sentabas a escuchar mis monólogos literarios, estúpidos, grandilocuentes. “Estoy aburrida”, decías. Te sentabas en mis piernas sin más y me hacías mimos para que callara. Entonces yo temblaba y tú reías, sabedora del influjo que tenías sobre mí.

Sé cómo amarte.

Ahora me escondo tras los párpados. No paro de decir estupideces a las personas, evito su contacto. No quiero hablarles de ti y sólo hablo de ti. Uso el sarcasmo como defensa, evito mirarlos a los ojos, rehuyo las palabras dulces; adopto actitudes graciosas e impertinentes. El ridículo es un buen compañero en la desgracia.

-Si estoy lejos, no sé si estoy… y estoy contigo… y no estoy en ninguna parte… sólo contigo, y no quiero dejar de estar contigo… sólo contigo.- Entonces me miraste como jamás nadie me había visto. Quise besarte, pero di la vuelta y me alejé.

Estoy mintiendo, sé cómo amar a una mujer.

Un día te hice preguntas insulsas.

-¿Qué piensas de la luna? –dije.

-Es mi confidente. –Tus ojos eran del color del maple.

-¿Las nubes?

-Somos nosotros.

-¿El viento?

-Es como el destino… entonces viene y arrastra a las nubes… y nos lleva a dónde quiere.

-¿Un árbol?

-Es como mi papá.

-¿Y las flores?

-…son niños… viene alguien y las corta… entonces nos volvemos adultos.

Estoy mintiendo. Sé cómo te amo. Como un perro de callejón bajo el frió del invierno, metido en un sleeping frente a tú puerta. Como una madrugada con tus piernas sobre mis muslos y Glen Miller por lo bajo sin decirnos palabra. Con tu uniforme escolar de lolita, frente a los árboles, haciendo tu acto de niña malcriada, mostrándome las bragas sin que tu hermana se diera cuenta.

Te odio como jamás he odiado a nadie ¿Entiendes lo que digo? Te deseo como jamás he deseado a nadie ¿Lo sabes? Quiero despedazarte aquella blusa roja que jalaba para besarte la espalda y hacer que temblaras sin poder controlarlo, mientras esperaba a que tus pezones asomaran bajo la lisura de la tela. La misma que usabas cuando me besé con no sé quién para que tú miraras. “No importa, lo sabes, yo sólo juego contigo, lo sabes”, explicaste sin mirarme, diste la vuelta tropezando y te fuiste.

Estoy engañándome, pero en verdad te odio, lo sabes. El último abrazo: “¡No! No digas nada” dices. “Por qué” te digo. “Porque entonces no voy a dejarte ir”, besaste tus dedos y los guiaste a mis labios, te fuiste, siempre te ibas, siempre. Comenzó a llover como en esas tontas películas de amor y yo caminé sin dirección hasta que caí ensopado junto a un borracho y me puse a llorar como idiota y el borracho se compadeció de mi y me tomé su botella hasta quedar perdido. Y yo soy un tonto que te odia con cada ligamento, con cada tramo de piel que roza el vacío, con cada impulso cerebral de que soy capaz, te odio. Pero estoy mintiendo. Seguramente estoy mintiendo. Pero te odio.

2 vistazos por la ventana:

Coquelicot dijo...

Querido usted es muy duro cuando no se tiene su duro fìsico en frente, es cosa curiosa, yo lo pienso muy dulce la mayor parte de las veces y de unos dìas para acá,desde que lo descubro por este universo, se me revela en toda su fuerza agresiva.

Estoy encantada porque me sorprende. Eso de mirar al otro en sus otras formas. Sì, hombre usted es definitivamente fuego.

Abia Castillo dijo...

Esto es algo como lo q hablabamos el otro día sobre el amor-dolor, por lo menos creo q recordaste algo q creías olvidado (o lo negabas aunque los días reafirmaran lo contrario) y eso podría ser más doloroso q placentero...lo hiciste de nuevo travije, es cierto lo q dices sobre el compromiso q tienen otros al regresar los comentarios en el blog pero confieso q yo seguiría visitándote aunque nunca volvieras a escribir palabra en el mío...de todas formas sigue haciéndolo, es bueno tenerte por ahí.

 
Elegant de BlogMundi