septiembre 03, 2007

Juegos de caza

Vamos en coche por la carretera. Es de madrugada y hace frío. Nassau en la radio. Nati, Patricia y yo atrás, Chepa y un tipo que no conozco adelante. Nati dice cosas que no quiero escuchar, mueve el pie y la cabeza, mira por la ventanilla. “No puedo dejar de pensar en ti”, eso es un cliché, casi le digo. Me acaricia la nuca, sus dedos están helados cierra los ojos y me besa. Trato de devolverle la cortesía y termino lamiendo su nariz. La cabeza me da vueltas y me duele la frente. Nati se ríe, canta y me ignora. Ya no quiero estos juegos de caza y azaroso destino. Pero voy a la carga y meto mi brazo por debajo de su chamarra, ahí lo dejo, no quiero ir más allá. Sólo sentir como respira y el dulce olor de su cuello. “¿Qué quieres? ¿Quieres que cojamos?”, dice y no contesto. Las líneas blancas sobre el asfalto, las luces de los autos en sentido contrario, Mecano en la radio. Ya no entiendo los ritos ni las frases que rompen la dureza y elevan la vanidad de una mujer, eso no me importa ahora. Cierro los ojos y pienso que ella es otra Nati y yo la amo, pero no la amo. Tengo la boca reseca y ya no la quiero besar, pero lo intento y ella accede. “Quiero que estés conmigo”, le digo, y pienso que eso también es un cliché. “¿Sí? Pues yo no”. ríe burlona. Algo se acciona dentro de mí, subo el brazo y toco su seno izquierdo, nos besamos largamente. Pongo el brazo donde estaba. Sanz suena ahora y canto en voz baja, cerca de su oído. “Yap, eres un ridículo”, dice. “¿Te gusta besar a los ridículos”, digo. “Eres un tonto”. Saca mi brazo de la chamarra y se voltea. Platica con Paty. De vuelta paramos frente a su casa, sale del coche con trabajos, deteniéndose en todo, y me bajo con ella. “Hoy no va a ser”, dice. “Lo sé, tú”. La abrazo entrelazando mis manos para que no pueda soltarse, pero ella ni lo intenta. “Háblame al rato, TÚ”. Me besa pero me quedo quieto, con los labios pegados. “Háblame”. Dejo que se desprenda de mí, escucho el pestillo de la puerta y me voy a casa. No pienso llamarla.

Pero lo hago. A la tarde estoy en una mesita con café y un chico canta canciones de Delgadillo. Nati se extralimita con las risas y las anécdotas; se suelta el cabello y al rato lo vuelve a recoger. Tiene un hermoso cabello largo y rizoso que cae por la nuca como ventarrón de agua encrespada. Ya no intento nada, ni siquiera hablo de lo de anoche. Nati me toma de la mano, me mira fijamente. “Me llamo Natalia, ¿y tú?” no deja que le conteste. “No me digas, no quiero ni cruzar palabra contigo”, me besa el ojo derecho y voltea, llama al mesero. “Tengo que ver a Carlos”. Carlos es su novio. Todo el camino de vuelta vamos tomados de las manos y en silencio. “Ahora yo te hablo”, dice y entra a su casa.

El celular suena y es Nati, pero no contesto. Quiero dormir y dejar de pensar en sus pasitos y sus empeines blanquísimos, sobre las sandalias de terciopelo azul. Tengo una leve sensación de felicidad. Juegos de caza y yo sólo quiero estarme en paz bajo las sábanas. Envía un mensaje: No sé porke no kontestas tonto, tú te lo pierdes.

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